¿Qué me inició por el camino de la escritura?

Curiosamente, un videojuego fue el motor impulsor de esta travesía que no me arrepiento de haber tomado. Contaba con 12 años cuando encarnaba en la pantalla a un cazavampiros en Castlevania. Nivel tras nivel, disfruté de los retos y de la historia hasta que llegué al final. A pesar de los múltiples intentos, no conseguí derrotar al último contrincante, Drácula, y por desgracia el juego era prestado, así que lo tuve que devolver. 

Sin embargo, la frustración me quedó por dentro. Dejé volar mi imaginación y en mi cabeza se fue creando una historia que partía del videojuego, pero con mi propio argumento y donde finalmente conseguía derrotar a Drácula tras una épica batalla.

Pero con el pasar de los días no me sentía conforme con reproducir la película en mi cabeza. Deseaba plasmarla en algún lugar y de alguna manera. Fue así como acabé sosteniendo un lápiz y un cuaderno de notas, el cual conservo con cariño, y di rienda suelta a mi primera novela. Por aquellos tiempos la historia giraba en torno a antiguos compañeros de clase y la verdad es que no conseguí escribir lo suficiente como para terminarla.

Actualmente sigo sin haber terminado aquella novela, parece que Drácula se me resiste, aunque sí tengo la trilogía en mi cabeza y con todas las modificaciones posibles que la alejan de la frustración de aquel niño de 12 años y que la adaptan a la experiencia de este aprendizaje como escritor.

Como pequeño paréntesis, antes de mi primera novela ya sentía atracción y curiosidad por la escritura. Por lo general disfrutaba con las redacciones escolares, pero la más significativa fue una de tema libre, donde me desahogué con un breve relato de ciencia ficción con toques de acción, inspirado en una serie de dibujos animados (Ulises 31) y mi afán por la vida extraterrestre. 

¿El gusto por la escritura se limitó a las novelas?

Para nada. Las novelas son para mí un medio para darles vida a mis fantasías, a las historias que me gustaría encontrar, a los personajes que desearía conocer y a los mundos que quisiera descubrir. Tratan, en general, anhelos externos a mí.

Por ello, la poesía fue otro camino por el cual me aventuré. A través de los poemas transmito mis sentimientos y mis emociones más profundas. Son un medio excelente para expresar nuestro mundo interior y nuestra percepción sobre lo que nos gusta, lo que nos atrae, lo que queremos, lo que amamos, lo que aspiramos e incluso un lazo con un mundo espiritual. Mis poemas han caminado desde la senda de la melancolía hasta la del amor, pasando por temas libres sobre mi visión respecto a mis agrados. Con el tiempo he aprendido que no hay poemas buenos ni malos, sino huellas que marcan una etapa concreta de quienes los escribieran y que contienen un significado tan profundo que en muchas ocasiones escapan al entendimiento de los demás.

Recientemente ha disminuido mi recorrido por la poesía debido al tiempo que requieren las novelas, pero me he comprometido a que nunca falte un poema en ninguna de mis novelas, aunque aparezcan en forma de canciones. En Ýdram, Reino de Dioses, está la prueba de ello.